Noruega
Me enamoré de su
elegancia y perseverancia noruega, de su amable y generosa sonrisa ilustremente
educada. Ni su gran nariz, ni sus orejas descomunales y arrugadas me hicieron
sospechar que tras su aspecto atrayente de ogro se ocultaba un mágico secreto.
Enamorados embarcamos a la
inmensidad de su tierra, donde los tentáculos del mar se adentran en la costa
desdibujándola y los majestuosos valles descubren el verdadero e inalcanzable
poder de la naturaleza. Nuestro caballo cabalgó sobre el mar hasta el norte
infinito colmado de rocas y glaciares; allí, bajo el sol tímido de medianoche
caminamos ocultos entre las sombras del bosque hasta llegar a una gruta dónde
trols y duendes esperaban mi llegada a un nuevo mundo en el que ya no era
humana, sino hada.
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