Los bolsillos secretos


         En la vieja salita de la abuela siempre luce aparentemente un improvisado tendedero. Una cuerda blanca bien tensada sale de la esquina superior derecha del armario y termina atada en un enganche fabricado por mi abuelo cerca de la ventana. En el tendedero, mi abuela siempre tiene colgados los mismos vestidos completamente secos; claramente, todo consiste en una sabia estrategia. Solo la familia más cercana es conocedora de que el perpetuo tendedero es en realidad, su secreta entidad bancaria.
         En el interior de los vestidos puedes encontrar hasta tres y cuatro bolsillos ocultos. En ellos, dinero, joyas y algunas cartas están desde hace muchos años bien guardadas y custodiadas. Para mi abuela sus bolsillos invisibles son su exclusiva caja fuerte; está segura de que si los ladrones algún día la sorprenden nunca encontraran sus preciadas pertenencias.
         A mí me encanta, cada vez que voy a visitarla, ojear la habitación siempre intacta y con los mismos vestidos colgados. Siempre sonrío mientras mi abuela me recomienda pícaramente que con mi dinero haga lo mismo. A mi padre también le cautiva la eterna y casera entidad bancaria, solo con entrar en la salita se impregna inevitablemente de melancolía; el tendedero le recuerda que allí estuvieron también colgados largo tiempo los elegantes pantalones de color oliva que el 29 de Agosto de 1969 se colocó por primera vez. El día que emigró de Hinojares los llevaba puestos con sus cuatro bolsillos secretos llenos de dinero.
         A mi abuela y a mi padre les gusta rememorar aquellos viejos tiempos. Los dos relatan siempre lo mismo, a veces con más o menos detalles. Cuentan como con un pequeño contrato en hostelería, muchos sueños y una maleta mi padre salió ese verano hacia Zúrich, dónde le esperaba mi abuelo, oficialmente ya emigrante.
         Mi abuela, siempre me cuenta que a las seis de la mañana de ese día despidió en la plaza del pueblo a mi padre con mucha tristeza y con un largo beso en la mejilla,. Desde allí salía el único autobús diario hacia Baeza, ocupado en su mitad por jóvenes a punto de convertirse en emigrantes. Después, el famoso "tren sevillano" los llevaría hasta Barcelona, donde junto a muchos más españoles atravesarían Francia hasta llegar a Ginebra. Un viaje de más de dos días donde la gente estrechaba ya amistades y construía con la imaginación su futuro lleno de expectativas.
         Cuando mi padre habla de sus cuatro años en Zúrich, lo hace siempre con cierta nostalgia, aunque asegura que no emigraría dos veces en su vida. Repite con asiduidad, las mismas anécdotas que hijos y allegados conocemos de memoria: como en Ginebra les hicieron la revisión médica y por grupos custodiaban las maletas que tenían que dejarse fuera y todos se fiaban de todos; como nada más llegar a Zúrich cogió un taxi y al no entender el idioma le entregó un papel al taxista con las señas escritas... Recuerda como en dos meses podía ya chapurrear el alemán y el italiano y como se enamoró perdidamente de una compañera austríaca. Pero sobre todo sé que añora la belleza de la ciudad y los paseos de los domingos junto a todos los españoles, portugueses e italianos por el lago de Zúrich; y las escapadas nocturnas con dos grandes amigos: Rudolf, su jefe del restaurante, un antiguo entrenador de la selección de fútbol suiza que amaba como mi padre el Real Madrid, y Hans, el jefe de la banda motera de la ciudad "Los Rock" que frecuentaba el bar donde mi padre trabajaba.
         Ahora que soy yo la que emigro, me gusta más que nunca escucharlos e imaginar vivencias de las que espero sentir después la misma dulce nostalgia que mi padre. Ingeniera parada de larga duración, solo he encontrado una verdadera oportunidad en los Alpes suizos. Me da miedo y pereza salir de aquí, pero sé que merezco seguir creciendo. Mi padre dice que él también salió obligado, y mi abuelo, y tantos de aquella masiva emigración de los setenta. Ahora me toca a mí. Así que escucho todas las historias que me cuentan, mientras mi abuela cose en uno de mis vestidos, con discreción, mis futuros bolsillos secretos.

http://chambarural.blogspot.com.es/2013/06/clasificacion-final.html

         

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