Dedicado a Mechu..., con todo mi amor allá donde estés

ALTAGRACIA
            Perfume a cilantro, manos aderezadas con mil y un sabores. Ella fue la complicidad de mi acogida, la confianza y la comodidad hogareña de mis dos años vividos en la comunidad rural  de Gurabo. Altagracia es descarada con lo cercano; y prudente y temerosa con lo ajeno. Latina, bachatera, humilde…,es la cocinera oficial de las miles de actividades que en el proyecto se organizan. Meriendas que endulzan talleres sobre el género, sancochos llevados a quiénes no tienen con que celebrar, zumos cargados de vitaminas tropicales para enfermos...Altagracia sin saberlo es un pilar principal en esta iniciativa solidaria basada en el honor y en el  respeto; no sabe que su labor aviva el sabor de las cosas bien hechas. Un poco de arroz, la deliciosa tayota rellena, las ensaladas de aguacate, la res asada, el moro de guandules; han llenado nuestro estómago muchos mediodías cansados tras duras realidades vistas. Vive en lo más profundo de la comunidad, su pequeña casa construida con adobe y zinc alberga en dos únicas habitaciones a toda su familia. Su hija y dos nietos, el marido, otro hijo y la novia, y eventualmente algún familiar que desde la montaña se desplaza a trabajar en la construcción, duermen y comparten el mismo espacio. Ella es una líder comunitaria, trabaja por y con la comunidad. Ella, que no escribe proyectos, ni entiende de cuentas, ni de AECI..., es la que sabe quién necesita más apoyo y quién ha enfermado de dengue. Entre machaque de tostones, yuca frita y frijoles, te cuenta las verdaderas necesidades de su comunidad.                                                                                                 
 De Altagracia aprendí tanto que todos los días le debo un pensamiento. La imagino denunciando las injusticias de su comunidad y mientras la siento de nuevo a mi lado cocino uno de los sabrosos platos criollos que me enseñó. Saboreo su gusto, disfruto los aromas, y de nuevo vuelo hacia allá.

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