Érase una vez...


Érase una vez un valiente niño procedente de…
Érase una vez, un valiente llamado…
Érase una vez un niño que quiere contar su historia…
           
Me llamo Samir y no sé cómo iniciar o convertir mi historia en un cuento. En el “centro” me han aconsejado mis educadoras que intente escribir mi “historia de vida”, algo así lo han llamado. En definitiva, quieren que les cuente un cuento. Y yo no sé ni por dónde empezar.
            He cerrado ya varias veces los ojos para concentrarme y me han venido infinitas vivencias a mi cabeza, pero sigo sin saber que contar y antes del viernes debo entregar mi trabajo en el taller de castellano.

            Érase una vez un niño que quiso ser valiente…
            Érase un niño que tenía un sueño…

 Recuerdo el día que tomé la decisión. Estuve sentado horas sobre el muro más alto del bancal. Desde allí vi el sendero, el de la izquierda, el que sale del pueblo. Mi abuelo había fallecido y ahora estábamos solo mi madre, yo y mis hermanos. Mi abuelo, lo era todo. Quizás, si él no hubiese muerto antes de tiempo nunca me hubiese marchado.
Un día le conté a mi madre mi plan, iría a España a trabajar. Pero ella se negó y lloró toda la noche y todo el día siguiente. Casi todos los muchachos del pueblo salían para allá, a un lugar llamado Bilbao, pero ella no quería: “Samir, nos queremos demasiado para andar separados, viviremos bien aunque sea con lo justo, solo tienes 12 años”. Sé que mi madre me quiere mucho y mis hermanos también, yo los quiero tanto que quiero que tengan todo. Supe que ese era mi sueño y por eso decidí, por primera vez, desobedecerla.
 Mi abuelo trabajó mucho y nos cuidó, me enseñó a amar mi tierra, a trabajar y me obligó a ir algunas horas a la escuela. Él no sabía escribir, ni leer, pero siempre me contaba cuentos. Era un sabio. Seguro, el más sabio de los poblados de alrededor.  A través de los cuentos me enseñaba lecciones de vida, estaba convencido que siguiendo sus consejos yo siempre sería ser feliz, y de alguna manera tenía razón.
 Sus cuentos los repetí una y otra vez, en silencio, durante las horas que pasé en los bajos del camión que me llevó a Algeciras. Cada vez que pensaba que iba a morir  me los susurraba a mí mismo. También cuando me detuvieron y me oriné encima. También cuando entré en mi primer centro, inmenso y me fugué asustado. El año que viví en la calle, casi los olvidé, pero a veces aparecían y recuerdo que entonces, lloraba muchas horas seguidas. Nunca, a nadie, le he contado ese año y como esto es un cuento, puedo y quiero borrarlo.
Ahora vivo en un centro más pequeño, es mi casa. Aquí me quieren. Casi como yo quiero a mi familia. Eso me ha hecho retomar mi sueño y trabajar por él. Estudio mucho y ayudo a los que llegan. Las educadoras me dicen que soy un ejemplo, y yo solo les digo que soy de lo que vengo. De una familia que quiero y que me quiere y que mi héroe es mi abuelo que tanto me enseñó. Y quiero incluir en mi cuento aquel que él en innumerables ocasiones me contó y que en este largo viaje para alcanzar mi sueño me ha ayudado tanto:

 “A un oasis llega un joven, toma agua, se asea y pregunta a un viejecito que se encuentra descansando:-"¿Qué clase de personas hay aquí?
"El anciano le pregunta:-"¿Qué clase de gente había en el lugar de donde tú vienes?"
-"Oh, un grupo de egoístas y malvados" replicó el joven.
"Estoy encantado de haberme ido de allí."
A lo cual el anciano comentó: "Lo mismo habrás de encontrar aquí." 

Ese mismo día, otro joven se acercó a beber agua al oasis, y viendo al anciano, preguntó:
-"¿Qué clase de personas viven en este lugar?
"El viejo respondió con la misma pregunta:-"¿Qué clase de personas viven en el lugar de donde tú vienes?"
-"Un magnífico grupo de personas, honestas, amigables, hospitalarias, me duele mucho haberlos dejado."
-"Lo mismo encontrarás tú aquí", respondió el anciano.

Un hombre que había escuchado ambas conversaciones le preguntó al viejo:
-"¿Cómo es posible dar dos respuestas tan diferentes a la misma pregunta?
A lo cual el viejo contestó:
-"Cada uno lleva en su corazón el medioambiente donde vive. Aquel que no encontró nada bueno en los lugares donde estuvo no podrá encontrar otra cosa aquí.
Aquel que encontró amigos allá podrá encontrar amigos acá”

(Cuento anónimo árabe)


            La moraleja de mi cuento mezclado con el cuento de mi abuelo, con los cuentos de tantos que estamos llegando, es que quizás tengamos, a veces, que recordar porque cruzamos y a quién dejamos atrás. Tenemos todos que ver la bondad que llena nuestras mochilas y ofrecerla. Quizás, deban de querernos mucho más aquí y allá para conseguir nuestros sueños, que aun siendo niños queremos alcanzar.
            Y colorín colorado, aquello que os quería contar se ha terminado.



















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